domingo, 19 de abril de 2015

Tengo este rostro aindiado
que los siglos no lograron borrar.
Esta piel de bronce
herencia de mi abuela
señal de la raza presumida
odiada y disfrutada por el colonizador.
Tengo estos ojos chicos y oscuros
de larga oscuridad y ajenos abismos
que miran hacia la nada
delante del horizonte que se
desdibuja al caer de la noche
anunciada por el canto de las aves
nocturnas en sus interminables agüeros.
Tengo estas manos suaves que tejen
destinos en el aire siguiendo el humo.
Pero hubo momentos que estas manos
se hicieron gruesas de resistencia
para que mi sangre no desapareciera
en otros siglos de oscuridad desmemoriada.


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