Esta ciudad me ahoga en ventanas,
huecos de soledad y humo
y no me acerco a nadie.
Me valgo de un vaso de vino,
vino seco para que mire
más dulce la vida de anteojos
por los huecos que llamamos
ventanas en el marco
de los edificios que miran
lo hombres en sus butacas
de cueros vanidosos del dinero
presumidos de una alegría
que los encarcela en la soledad
de sus pisos y los cierra a la flor
de la gente que vive en los caseríos
albergados de amor y mate.