De tu vientre
caliente
burbujean olas
de calor,
llamas del
alma cándida
en fiebres
de novedad.
Te siento
húmeda e inexorable
Y el día
anuncia viscosidades
de cueva sana
llena de
hambres y sed.
Sé mía: te
murmullo en los oídos
y nada me
dices.
Miro el
día y tu aliento tibio
del
mediodía devora
las horas
en un hueco
de
vértigos rosados y blancos.
Y no te
veo, día enamorado,
pero sé
que huele a rosas,
y nada
puedo contra el silencio
de las
horas mudas rencorosas.
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